Ray Hurxley (título provisional)

Aquí dejo la primera parte de un relato corto nuevo en el que estoy trabajando, para ir abriéndoos la boca:


Los cálidos rayos del sol caen de forma oblicua, arrancando brillantes destellos de la superficie del mar. De las olas, que se mueven tranquilamente de un lado para otro, como jugando a un juego que sólo ellas conocen con el astro rey, intentando escapar de su toque para luego acercarse a él de nuevo.

El mar está muy en calma. Las olas parecen deslizarse con pereza más que que chocar contra las rocas. Está todo tan en calma, que casi se parece a la superficie de un lago: es un oleaje pequeño, suave, podría decirse que casi tímido. El agua golpea mis piernas, con delicadeza.

Estoy sentado en la orilla, en la parte escarpada de una playa virgen, de granos de arena dorados. Detrás de mí sólo están las rocas; delante, el océano, que se extiende hasta donde alcanza la mirada.

Es una vista preciosa. Está casi anocheciendo, casi es la puesta de sol. Queda la suficiente luz como para poder ver el paisaje, y la justa para que las formas empiecen a desdibujarse y dejen vía libre a la imaginación desbordante de mi mente semi-despierta. Es magnífico. La tranquilidad que estar aquí me produce no puede compararse con la que me pueda dar cualquier otra cosa.

Me siento en paz conmigo mismo. No hay estrés, no hay dolor, no hay preocupaciones. Sólo calma, paz, y tranquilidad. Soy yo mismo, y a la vez soy algo más. Me siento parte de este momento anclado en el tiempo. Parte de algo mágico, sencillo, increíble, y maravilloso en su simplicidad compleja. Soy yo, pero formo parte de algo más grande.

Aquí el tiempo no importa. El vaivén de las olas es eterno y tranquilizante. Mis ojos, ausentes pero clavados en el océano, persiguen de vez en cuando a las olas y sus destellos, que van moviéndose poco a poco de un lado para otro. Me gusta verles jugar a su juego sin nombre, ese pilla-pilla sutil, ese juego inocente. Son como niños. Me gusta su inocencia, y me alegra saber que no crecerán nunca. Siempre serán como niños, jugando... Sin preocupaciones de ningún tipo. Y, en parte, a mí me hacen sentir mayor, como si hubiera vivido ya demasiado. Qué viejo me siento, a veces.

La brisa acaricia mi piel, de forma ténue, casi como si me prodigara las caricias de un amante. En ocasiones enreda mi pelo, que, suelto, ondea libre al aire, y va para donde éste le lleva. A veces, mi blanca camiseta se hincha y ondea, también, como si tuviera envidia de mi pelo, o como si tuviera complejo de ser bandera.

El olor salado del mar parece revitalizarme. Inspiro profundamente, hinchando mis pulmones, desgraciadamente ficticios, con el aire puro, húmedo y maravilloso que hay aquí. Desearía quedarme aquí para siempre, y no volver nunca a la dolorosa realidad que me espera cuando parta de este lugar.

Así que me dejo llevar. Mi mirada se pierde entre las olas, remontando con un vistazo sus altibajos, hundiéndose en la profundidad del océano, buscando respuestas que no conseguiré a preguntas que me persiguen, formulando preguntas para entender las respuestas que ya tengo.

De pronto, algo captó mi atención repentinamente. Un destello extraño de color que no tenía sentido, que no era lógico ni esperable, en medio del agua que se movía enérgicamente delante de mí. Un remolino de colores brillantes: rosa fuerte, amarillo débil, violeta brumoso en espirales. Me envaré.

Algo estaba mal. Malditamente mal. Clavé la mirada duramente en el agua, en el remolino de colores que había aparecido. Achiné los ojos, concentrándome. Justo en ese momento, el remolino tembló, desapareciendo por un segundo, y después reapareció, igual que antes. Pero de forma veloz los colores se fueron apagando, disolviéndose rápidamente. Como ansiosos por desaparecer ahora que yo los había visto completamente.

Como si quisieran eludirme.

Me entró un sudor frío. Escalofríos poderosos recorrieron mi columna, y el miedo me acuchilló con fuerza, a la vez que estrangulaba mi corazón en un puño que apretaba con fuerza. Tenía que parar esto. O intentarlo.

Me sumergí en mi consciencia. Recorrí los bordes de mi mente, tanteando. Buscando. Había algo que me eludía. Que no debía estar ahí.

Algo.

O alguien.

Alguien malditamente poderoso.

Alguien que había estado jugando conmigo por quién sabe cuánto tiempo. Alguien que había entrado en mi mente sin ninguna dificultad, y había estado recorriéndola sin que yo fuera capaz de notar nada, ni una mísera sospecha, hasta ése momento.

Estaba muerto. Jodidamente, y completamente, muerto.

Luché. Me dirigí como una bala contra esa presencia extraña en mi interior. En términos extra-metafísicos: me estrellé contra ella. Yo era un obús que tenía un sólo objetivo. No podía fallar.

No fallé, pero de repente nos vimos enredados, él y yo, en una red dispersa de pensamientos y recuerdos extraños. Éramos como pulpos cuyos tentáculos se habían extendido, y estaban entrelazados los de uno con los del otro, y los de cada uno consigo mismo, también. Era una maraña sin sentido de dos consciencias que pugnaban la una contra la otra por ganar la mano que estaba en juego.

Pero las cartas nunca habían estado a mi favor, ni nunca lo estarían.

En segundos, la consciencia que me había invadido se desenredó de la mía, con rapidez. Con fluidez. En instantes, me encontré entero de nuevo. Después, atacó.

Si yo había sido una bala, él era un huracán. Su inmensidad era indiscutible, y su poder y fuerza también. Cuando cayó sobre mí, fue como si de repente yo solo tuviera que soportar sobre mis hombros el peso del mundo. Me sentí como Hércules, solo que yo no era ningún semidiós.

Temblé. Yo era una hoja, un insecto, ante el huracán que se extendía sobre mí, por encima de mí, que se adentraba salvajemente en mis entrañas, dejando nada suyo que yo pudiera usar, agarrar, arrancar, robar.

Yo era un pequeño pájaro que sabía muy bien volar, pero que no podía hacer nada contra el huracán que lo había engullido. Yo era un pájaro que volaba. Él era el viento, y la causa del viento. Y el Dios que lo había creado, que lo controlaba, y que lo deshacía.

Y el viento había decidido arrancarme las alas.

Y no iba a tener piedad.

Porque el viento está siempre por encima de los que lo surcan.

Me invadió, con fuerza, con rabia. Me golpeó, y dolió como el infierno. Era como una cuchilla de acero que me partía por la mitad, me abría para estudiarme con toda tranquilidad y me examinaba a su total antojo.

No podía hacer nada, así que no lo hice. Me quedé quieto, esperando que el viento decidiera que el pájaro era digno de vivir, de seguir volando.

Creí que me arrancaría las alas. Creí que me haría estrellarme, machacándome contra el pavimento, rompiéndome los huesos de todo mi cuerpo. Creí que me haría papilla.

Porque el pájaro no debería haber osado nunca enfrentarse al viento. A la causa del viento. Al Dios del viento. Así que estaba preparado para morir. Creí que iba a morir. Estaba seguro de que iba a morir.

Así que no pude sorprenderme más cuando reaparecí, vivo, y despierto, en la cama del hospital.



Comentarios

  1. Umm... No sé si debería comentarte.
    ¿Puedo decir que me he perdido un poco?? xDDD
    Ofúuuu!! jaja Aún así, puedo alabarte de nuevo por haber conseguido que sintiese la incertidumbre y el sufrimiento del protagonista. Transmites miles de cosas con pocas palabras como pocas personas que haya conocido.
    Pero sí... ¡Quiero máaaaaaas!!! Que ese no es momento para dejarlo >.<' Anda porfis!!
    Besitos :)

    P.D: Al leer el principio, me ha venido a la cabeza un libro: "Si tú me dices ven, lo dejo todo... pero dime ven". No tiene nada que ver con esto, pero quizás te guste. Si no lo has leído ^^

    ResponderEliminar
  2. Beleeen soy Andreaa /Alas/mikeandrius/

    DIOS es todo tan aashakjdhkjsagfkjgafkjgfgjd
    Aunque no entiendo muy bien de qué va, es un relato así como subjetivo, muy descriptivo del sentimiento y me encanta.
    Cuando está en la playa y eso.. Pero luego... ¿Luego qué pasa?
    Si tiene pulmones artificiales, acaso está enfermo? D:
    O quizá sea un ser que se le mete en la cabeza, magia o algo así, ashdsjdjsfjgfjfg
    Estoy deseando leer la continuación Belén enhorabuena por este relato!!!!!!!!
    Te aconsejo que te metas en este foro de rol porque escribes muy bien :3

    wwww.caelestereformatory.com -Yo soy Neon y Aaron
    Ojalá verte por allí!!

    ResponderEliminar
  3. Arya: Tú coméntame, coméntame =D *Belén pone carita de pena* Jajaja.

    Y, a ver: es normal que te hayas perdido. Es la primera parte de un relato, y no sabéis absolutamente nada de la historia que tiene detrás, ni de quién son los personajes, ni nada. Nothing. Leches, me decepcionaría si entendierais de lo que va.

    ¡Y gracias por los piropos! Ey, pocas veces me habían dicho cosas tan bonitas sobre cómo escribo tan seguido =D

    Y sí, concuerdo con lo de que no era momento para dejarlo así. En fin. ¿A ver si dentro de poco os doy una alegría y publico la segunda parte! Que ya toca :O

    P.D.: Pues no, no lo he leído todavía, aunque le eché el ojo a ese libro. A ver si este verano me lo leo por fin, ése y muchos más =D

    Andrea (aka Alas, aka... ¡Leñes, me tienes despistada con tanto cambio de nick! =D ): Lo dicho: entiendo perfectamente que no lo entendáis. Es normal, tranquilas. Cuando leáis la segunda parte seguro que lo entendéis. Espero.

    ¿Que qué pasa luego? Bueno, pues que se "despierta". Y creo que se arrepiente de seguir vivo. Más o menos, eso es lo que pasa, sí. Ya veréis *.* Es que se ha intentado comer un pez demasiado grande... y al final resulta que no era pez, si no tiburón. Y se lo han comido a él. No en sentido literal... pero casi, XD.

    Nah, nop, no tiene pulmones artificales. Se explica luego, pero es que estaba "soñando". En trance, vamos.

    Eh... Algo así, sí, XD

    ¡¡A ver para cuándo la subo la continuación!! Agh, soy un desastre para terminar las cosas que empiezo. *Suspiro*

    Le he echado un vistazo al foro, pero es que no soy yo mucho de rol XD O a lo mejor es que no me lo he tomado en serio. Ya veré si acabo por esos lares o no.

    ¡Saludos! Nos leemos ;)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario